lunes, 24 de febrero de 2014

Never let me go.

Hacía frío, demasiado frío. Ella podría haber asegurado que se trataba de la noche más helada de su vida. No había nadie en aquella cabaña salvo ella. Y no había más ruido que el de la ventisca golpeando en su ventana, y el fuego consumiendo la leña. Se encontraba sentada en la gran alfombra junto a la chimenea, apreciando las rojas llamas que iluminaban la estancia. Estaba más bien pensativa, como de costumbre, sin embargo, al poco sus pensamientos se vieron interrumpidos.
Toc, toc. La puerta. Se extrañó ante el horario, pero supuso como siempre que sería alguno de sus amigos, perdido en la ventisca. Con rapidez se colocó su abrigo y sus guantes, y giró el picaporte. Cuando la madera cedió, hubo un pequeño ruido y al instante, la puerta se encontraba abierta. Pero no se trataba de ninguno de sus amigos. Un joven más alto que ella vestido con un largo abrigo negro estaba allí. Y como no, no perdió tiempo en entrar y cerrar la puerta tras si. Debería haberse asustado, pero no lo hizo, algo la mantuvo en calma. El muchacho se quitó el sombrero que cubría su corto cabello negro, y también bajó las solapas que cubrían su cuello y parte de su rostro, dejando ver una extraña marca justo debajo de su oreja, una marca que ella ya había visto antes.

— Adam..¿eres tú? —  Alcanzó a decir la muchacha, creyendo por un momento que aquello se trataba de un triste sueño.

—  ¿Cómo estás, Ann?

Se trataba de dos ojos negros, vacíos como un pozo y tan profundos como uno de ellos. Hasta que su mirada se encontró con ella. Una mirada cómplice que decía más de mil palabras, que demostraba más de mil afectos. Amor. Odio. Tristeza. Felicidad. Era como un choque de emociones entre si, imposible decantarse por una de ellas.
Una especie de adrenalina recorrió el cuerpo de la joven que al instante corrió al encuentro del muchacho. Y pasó. Se fundieron en un fuerte abrazo, lleno de nostalgia y acompañado por sus propias lágrimas. Las manos de ambos se ceñían con fuerza a la ropa del otro, no querían soltarse, no querían alejarse. Sus respiraciones se agitaron, alarmadas por la cercanía y asustadas por la futura lejanía.

— No lo hagas otra vez, Adam.. — Se escuchó en un débil susurro.

No podía irse nuevamente. Ella necesitaba explicaciones. Necesitaba saber que aquello era real, que se iba a quedar, que no la volvería a abandonar. Había soñado tantas y tantas veces con aquel encuentro, que le costaba creer que fuese posible. En su garganta se formaba un nudo, a la vez que su corazón alterado no paraba de golpear contra su pecho. Entonces, pasó otra vez. Sus miradas se encontraron.

—  Perdóname Ann.

Con suavidad el joven acarició el rostro de ella, dedicando unos segundos para admirar cada pequeño detalle, como si nunca la hubiese visto. Después posó su mirada en los ojos que le observaban, sintiendo como de pronto ya no había nada a su alrededor. Como si en verdad no hubiese nada que los pudiese separar. Entonces, se acercó a su oído y musito unas palabras, luego de aquello volvió a su anterior posición. Antes de que ella pudiese articular palabra alguna, una voz se escuchó en su mente. "Volveré."
Y otra vez.. desapareció. De pronto, ella se sentía perdida en la habitación que tan bien conocía. El vacío que tanto había tratado de evitar asaltaba su pecho, y dentro de este, su corazón no hacia más que retorcerse asustado, porque sabía que nuevamente iba a romperse. Estaba sola nuevamente, pero esta vez no había sido un sueño. Varias lágrimas se deslizaron por sus mejillas, mientras que lo único que resonaba en su mente eran las palabras que este le había dicho:
"No hay mayor promesa que la que habita en una mirada cómplice de dos jóvenes enamorados."





lunes, 17 de febrero de 2014

Nothing else matters.

Que yo quiero ocupar ese hueco pequeño,
que hay entre el borde de tu cama y tu cuerpo.
Llevarte a viajar por las estrellas,
mostrarte cada una de ellas,
y que nuestra historia suene a leyenda.
Recitarte una y mil poesías,
historias de amor que terminen en alegría.
Quererte hasta hartarme,
mimarte y acompañarte.
No perderte ni un segundo de vista,
que seas siempre la primera en mi lista.
Que vayamos en la carretera mirando el paisaje,
y yo confundirme de ruta, terminar en tu cintura.
Besar tus labios como jamás han besado,
acariciar cada parte de tu cuerpo que nadie ha tocado.
Escuchar tu respiración cuando duermes,
que si te agitas y te pierdes, estar allí para cuando vuelves.
Calmarte cuando tengas alguna pesadilla,
mostrarte ese camino que tiene la luz que brilla.
Sonreírte cada día y cada noche,
mostrarte que la vida es algo más que derroche.
Encontrar el paraíso que esconde tu mirada,
serle fiel a sus indicaciones y a tus corazonadas.
Prometerte como antes se hacía,
de la nada y con valentía.
Cumplir cada una de tus plegarias y reclamos,
enfrentarme a tus miedos, luchar con sus engaños.
Admirar el amor con el que me miras,
amarte sin importarme lo que pase o lo que siga.
Enloquecer cada mañana,
perderme entre tus curvas,
quedarme contigo por si se nubla.
Seré tu escudo ante cualquier impacto,
no te dejaré cuando te pille el llanto.
Hacerte cosquillas cuando tengas un mal día,
que seas mi esperanza y estés en mi rutina.
Abrazarte y no soltarte,
refugiarte,
sacarte del lugar en que te escondes y cuidarte.


lunes, 3 de febrero de 2014

Wicked game III.

Annie no dejaba de revivir los momentos que había pasado la noche del anterior sábado. La marca en su cuello ya se había ido, pero estaba perturbada, asustada. Sabía sin ninguna duda que aquello había sido real, sin embargo, no comprendía muy bien que había sucedido entonces. "Cierra los ojos.." Las palabras de Liam no paraban de resonar en su cabeza. Quería ir, acusarlo, pero quedaría como una loca. Necesitaba pruebas, y ya tenía pensando un plan. Había pensado en que alguien debía verlos, pues así con un testigo sería una prueba suficiente como para exigir una explicación, aun que todavía no sabía bien a quién pedírselo, parecía un buen plan.
El sábado no tardó en llegar, y como cada fin de semana, se reuniría en casa de André con sus amigas; Wendy y Norah, y cómo no con Liam, y el hermano de Annie, Ryan. Al llegar, dejaron las latas de cerveza que venían cargando y ellos comenzaron a abrirlas y servirse, como de costumbre.
Las muchachas llegaron andando, como siempre y al tocar timbre en la casa, no tardaron en abrir y entrar. La noche transcurrió lenta, quizás más lenta para Annie que para ninguno de ellos, que sentía la intensa mirada de Liam en su espalda, sin embargo, en ningún momento miró sus ojos, necesitaba evitarlo por ahora. Más y más latas y botellas se iban vaciando, hasta que no quedó nada. Ryan se encontraba recostado en la cama de una de las habitaciones de la casa, ya que se había mareado y cómo no, a su lado se encontraba Wendy, cuidándolo y preocupándose como siempre solía hacer. André y Norah se estaban duchando, sin embargo los sonidos que se escuchaban no decían lo mismo, pero a eso todos ya se habían acostumbrado. Annie había levantado fiebre, cosa que hacia que su plan se dificultase pues se sentía agotada como para moverse y tampoco podría mantener conversación con ninguna de sus amigas, pues ambas estaban ocupadas. Por lo cual optó por acostarse en la cama de la habitación de André, que estaba en el último piso. Y Liam, como solía hacer, no tardó mucho en dar con ella, seguramente para ir a molestarla.
— Ann, ¿te encuentras bien? — Preguntó él al entrar y cerrar la puerta tras si.
— ¿Qué quieres, eh..? — Contestó ella con voz algo cansada.
Entonces Annie cerró los ojos, pensando que como se costumbre desaparecería, pero al abrirlos, Liam se encontraba a su lado sentado, observándola con algo que podría haberse dicho que era preocupación, algo inusual en él. Había posado su mano en la frente de ella, y poco después, acercó su frente hasta pegar ambas por completo. Cómo no la respiración de Annie se había agitado ligeramente, lo cierto era que por mucho que dijese o hiciese, la conexión que sentía cada vez que él la tocaba no podía describirla, la enloquecía por completo. Intentó ladear la cabeza para disimular sus mejillas que ya estaban enrojecidas por la vergüenza, entonces Liam soltó una carcajada. 
— ¿Qué ocurre, eh princesa? ¿Estás nerviosa? 
Entonces se le subió encima, agarrando ambas muñecas de ella con sus manos y manteniéndolas en alto para impedir que Annie se moviese, a la vez que dejaba caer ligeramente su cuerpo para ejercer cierto peso sobre ella, y al poco, sus rostros volvieron a estar cerca.
— Liam, quítate de encima. — Dijo, e intentó forcejear, cosa que era inútil, ya que era mucho más fuerte.
Una sonrisa juguetona se dibujó en el rostro del muchacho, que había bajado su boca al cuello de ella, besando con suavidad y mordiendo alguna que otra vez con cierta brusquedad por donde pasaba, sintiendo como una especie de calor recorría su cuerpo cuando escuchaba los pequeños jadeos de Annie.
— Tienes suerte de que haya una manta que nos separe, princesa. — Dijo con tono juguetón, a la vez que volvía a posar sus ojos en los de la muchacha.
"¿A qué jugaba?" Ese pensamiento rondaba en todo momento en la cabeza de ella, sin embargo, no iba a dejarse ganar, no esta vez.
Entonces hubo una profunda mirada que parecía no tener fin, y de alguna manera, algo cambió en Liam, quien de pronto soltó las manos de Annie, dispuesto a quitarse de encima. Lo que no se esperaba era que Annie no pensaba dejar que eso ocurriera. Se alzó ligeramente para tirar del cuello de la camisa del muchacho y acercarlo más si era posible hacia ella, manteniendo aquella firme mirada, y entonces.. pasó. Sus labios se encontraron y se besaron, se chocaron y se necesitaron. Parecía un juego que jamás iba a acabar. Se besaban con deseo, con firmeza, como si hubiesen estado esperando un largo tiempo para ello. Entonces, con cierta rapidez él apartó aquella manta que era su único obstáculo y juntó su cuerpo con el de ella, colando su mano por debajo del vestido, arañando con fuerza su muslo, a la vez que ella se enganchaba al cuerpo de él como si fuese inercia. En un ágil movimiento, la muchacha logró tomar el control de la situación y ponerse sobre él, entonces rompió su camisa y se la quitó con facilidad, a su vez este levantaba su vestido y lo lanzaba a un lado. Con cierta vehemencia, ella clavó sus uñas en los costados del muchacho, ejerciendo bastante presión, luego sin contenerse mordió su cuello y este sin poder evitarlo jadeó. 
Los pensamientos de Annie se habían desordenado completamente, no sabía como controlar aquella situación, pues estaba presa de sus sentimientos, sin embargo, trató de concentrarse y atrapar las manos de Liam, intentando inmovilizarlo, y cuando creyó que lo había logrado, el muchacho volvió la situación completamente al revés. 
— Ni lo intentes, Ann. — Dijo con cierta burla.
— No hagas esto. — Dijo ella con cierta brusquedad. — No quiero que todo desaparezca otra vez. Necesito saber Liam. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Qué es lo que ha pasado las últimas veces que estuvimos de esta forma? ¡Dímelo! Sé que fue real.
Las palabras de Annie brotaron de su garganta de una manera rápida, dejando a flote sus claros sentimientos sin poder evitarlo. Lo cierto era que aquella situación no hacia más que perturbarla, pero a su vez, no quería dejarla.
Liam se quedó desconcertado por aquella cantidad de preguntas, pues jamás pensó que sería capaz de hacerle ninguna de ellas. Entonces acarició la mejilla de la joven y dio un beso sobre sus labios, y susurró sobre estos: "Algún día, Ann." 
Lo último que pudo ver Annie fue la mirada atormentada de Liam, y entonces, todo desapareció. Era como si de pronto todo se fuese desvaneciendo y sintió como él se alejaba de ella, lo cual sin entender muy bien el porque la hizo angustiar de pronto.
Parecía una de aquellas películas poco creíbles que daban en la tele, pero allí estaba ella de la nada, tendida sobre su cama y empapada de sudor. Sentía un dolor por todo su cuerpo y al tocarse la frente, se percató de que aún tenía fiebre. ¿Un sueño? ¿Una pesadilla? No, sabía que eso no era posible, y.. pum. De un momento a otro todos los recuerdos volvieron a su mente, todas las palabras, las caricias, los besos.. todos los recuerdos de la noche. Su corazón latía con fuerza y hacia un esfuerzo por calmarlo, pero no podía, no comprendía nada, pero eso no era lo peor. Se encontraba en la mañana del sábado, otra vez.





miércoles, 1 de enero de 2014

Beyond the depth.

Había una vez dos almas, una era blanca como las nubes y la otra oscura, como los días de tormenta. Se podría decir que formaban el ying y el yang, como era de esperar la blanca representaba el bien, y la oscura, el mal. Pero en si, ¿qué tan mala podía ser aquella alma, o qué tan buena podía ser la otra? Nadie lo sabía. Aproximadamente, cien años después ambas almas tomaron posesión de determinados cuerpos. El muchacho, que representaba el alma oscura, y la muchacha, que representaba el alma blanca. Dios no había previsto que ambos se encontrasen, ya que los había situado en lugares muy lejanos y diferentes, creyendo que sería imposible que entre tantas personas que vivían en los reinos, se reconociesen. Lo que no sabía era que los lazos de unión eran mucho más fuerte de lo que creía, que podían contra todo, incluso con el peor de los huracanes. Y así fue, como ambos se encontraron. Al principio fueron desconocidos, cruzaban alguna que otra mirada y con suerte alguna palabra, pero poco a poco, lograron conocerse. Dios, indignado, puso a prueba su unión o más bien su amor infinitas veces, dejando rastros de sufrimiento, de tristeza. A lo largo de los siglos, iban encontrándose en diferentes planos, siendo siempre atormentados, a veces la muchacha moría y otras veces era el muchacho quien lo hacia. Después de varias vidas de sufrimiento y dolor, pasó un largo tiempo en el que aquellas dos almas no volvieron a encontrarse. Sin embargo, el día menos esperado, la muchacha volvió a encontrar al muchacho. Ambos se encontraban perdidos, incompletos. No comprendían que era lo que les ocasionaba tanto dolor. Hasta que al verse lo supieron. Supieron que era esa persona a la que habían buscado, por la que tanto habían sufrido y tenían en claro que nada más los volvería a separar. Se diría que fue la típica historia del ángel y el demonio, y no fue para menos. En el cielo se ocasionó una gran guerra, que casi acabó por destruir todo el universo, pero luego todo se comprendió. Se comprendió que el alma oscura, al que consideraban mala, podía ser buena y que el alma blanca, a la que consideraban buena, también podía ser mala. Y que separados, eran lo peor de si mismos y juntos, eran el amor más puro.

jueves, 24 de octubre de 2013

Crazy.

"Querido anónimo:


                      Antes que nada, si sigues leyéndome, vuelvo a agradecértelo. Hace una semana no recibo visitas, es decir, visitas que suelo rechazar. Supongo que de a poco, van dejándome en paz. Cada día que pasa, el hospital se vuelve más oscuro y tétrico. Pero supongo, que es lo que menos me importa. Siento que estoy volviéndome loco. Los últimos días que he pasado, he intentado dormir la mayor parte del tiempo, pues han ocurrido cosas extrañas. Empecé a tener alucinaciones. Ya sé lo que pensaran: "Pobre loco, debe estar asustado." Lo cierto, es que más que asustado, estoy sumido en la tristeza. Las alucinaciones son demasiado reales y de a poco, comienzan a perturbarme. En un principio, no era nada grave, pero al poco tiempo, comencé a ver personas. Comencé a verla a ella. Comencé a sentir que está sentada en la silla enfrente de mi cama, mirándome dormir. Que se encuentra junto a mi ventana, observando la noche como yo suelo hacer, girándose de vez en cuando a dedicarme sonrisas, mientras yo trato de dormir. Incluso cuando logro conciliar el sueño, sigo sintiendo que está junto a mi, que está cerca. No se lo he dicho a nadie, pues no sé que podrían pensar o que podrían hacerme. Me cuesta distinguir las cosas, me cuesta aceptar que es irreal. Incluso a veces, llego a sonreír a la vez que ella me sonríe. Parece tan real.. creo que estoy volviéndome realmente loco. Las cosas están empeorando, definitivamente, las cosas no van bien."

domingo, 20 de octubre de 2013

Hurt.

Me estoy perdiendo en mi misma, cada día me cuesta más reconocerme. Mis ojos, no son los mismos, en ellos habita una mirada triste y vacía, una mirada que desconocía. Mis labios también han cambiado, ya no sonríen, se mantienen cerrados, sin pronunciar ni una sola palabra. Mis impulsos incluso han cambiado. Lloro, pero no es lo mismo que antes. Cada vez que lloro, es como si se me destrozase todo por dentro, como si de pronto, no hubiese oxígeno y comenzase a ahogarme. Me asusto, pues no sé como volver a estar normal, a reconocerme, a ser yo. A veces me pregunto, ¿cómo es posible que él me cambiase tanto? ¿qué me ocurre, por qué me he perdido tanto? Tengo miedo. No sé como volver. No puedo lograr hallarme en mi mirada otra vez. Odio convertirme en esto, es esta persona hiriente, que evita sus sentimientos, que es cruel porque no sabe como afrontar las cosas, que huye, fingiendo que todo va a la perfección, que se pierde y no sabe como volver. Es triste en verdad, no saber que hacer. No saber si lo que sientes es real o puro fingimiento que se instaló en ti. ¿Cómo hago para deshacerme de esto? ¿Cómo hago para olvidarle? ¿Cómo hago para dejar de ahogarme? ¿Cómo hago para diferenciar lo que es real? Creo sinceramente que me estoy volviendo loca. Le echo tanto de menos, y las cosas.. las cosas no van bien.

domingo, 13 de octubre de 2013

Stricken.

"Querido anónimo:

       
         Antes que nada, quiero decirte que si estás leyendo esto, desde ya mismo te lo agradezco. Comencemos. Hoy han querido verme nuevamente, aquí, en el hospital. Como siempre, he rechazado la petición. Es divertido, creen que pueden ayudarme, cuando está más que claro que no pueden hacerlo. Cuando estoy solo en la habitación, la tristeza me ahoga y el silencio me perturba. Me paso las tardes mirando desde mi ventana, esperando la lluvia, el único clima que sabe apaciguarme. Es triste, ¿no? Pero no quiero que penséis que estoy loco, ni mucho menos. Acabé aquí por culpa de malas compañías, por malas decisiones. Digamos que decidí conocer y dar oportunidades a la gente equivocada. ¿Por qué no lo pensé antes? No lo sé. Bueno, en realidad sí lo sé. Buscaba cualquier posible distracción, cualquier cosa que me alejase de la realidad, de su recuerdo. Siento un hueco en mi pecho, como si de una maldición se tratase, que en vez de curarse, se expande con el tiempo. Esa es una de las razones por las cuales no quiero ver a nadie. Todo me recuerda a ella. Por momentos vago por el pasillo pensando, ¿qué hago aquí? ¿por qué me estoy haciendo esto? Entonces recuerdo los momentos en los que era feliz y comienzo a llorar otra vez, y a sentir dolor. No quiero olvidar aquello. Sus caricias en mi espalda, sus sonrisas, sus abrazos cuando sentía que me caía a pedazos. Me encantaría poder explicarle a las personas que creen que he perdido la cabeza, que llevan razón, perdí mi cabeza el día en que sus ojos se cruzaron con los míos. El destino me apuñaló de la peor forma que podía hacerlo, dejándome una cicatriz, una cicatriz tan profunda que por mucho que haga, me es imposible taparla. Si al menos pudiese dejar el dolor de lado, si al menos mi corazón dejase de latir tan fuerte cada vez que la recuerdo. ¿Morir? Suena incluso más apacible que esto. A veces pienso, más que una vida, parece una tortura. No sé que puedo hacer, supongo que es cierto lo que dicen, que estoy perdido. "